jueves, 22 de noviembre de 2007

No a la tortura... nunca.

Amnistía Internacional lanza una nueva campaña de concienciación. Esta vez va a por lo duro, a por lo real. El vídeo que veremos a continuación es un performance real, se trata de un bailarín profesional, y en buena forma, que es sometido a lo que es llamado en la CIA como "postura de estrés". Básicamente una técnica de interrogatorio que somete al cuerpo de la víctima a una tensión en las extremidades y la musculatura que en menos seis minutos produce espasmos, calambres, dolores musculares, y desorientación.

Advierto que el vídeo es bastante fuerte.



Se mire por donde se mire, la tortura es algo que ha de desaparecer ya, es un atentado contra los derechos humanos y un insulto a la democracia. El que algunos países autodenominados "vigilantes de la libertad" como Estados Unidos o Inglaterra usen estas técnicas es una autentica aberración. No hay justicia si quien la imparte no actúa de acuerdo a esta.

Vivimos en un mundo paradójico. Estados Unidos usa la tortura y el secuestro en pos de la democracia, pero España no se queda menos lejos, firma el tratado contra el uso de minas antipersona pero es uno de los principales fabricantes de estas.

Solo poniendo todos nuestro grano de arena y alzando la voz podremos cambiar algo. Mirar para otro lado es dejar que esto nos pueda pasar a nosotros.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut 2! (1)

Capitulo primero:

-INWOOD-

Vermilyea, si señor, esa es mi calle. En la que me he criado, en la que he vivido toda mi vida. No es que sea una calle especialmente bonita o pintoresca, y supongo que para algún turista de fuera de la isla le parecería “étnica” y “llena de personalidad”, a mi me parece deplorablemente atrasada y llena de mierda. Para mi es algo más como “verminyea”, ratas y gente de mal ver. Escoria agresiva e insensata sumida en el primitivismo de las bandas. El tipo de persona con la que no quieres cruzarte por la noche. Personas con pintas raras, armaduras y cadenas. Gente como Lorenzo. Gente como yo.

Comprendo perfectamente la leyenda negra que se ha fraguando entorno a nuestra exitosa banda. Somos duros, fuertes, temerarios y valientes, pero también impulsivos, irracionales, pendencieros y bastante excesivos a la hora de celebrar fiestas o dirimir disputas.

Si señor. Somos SkinBorgs.

Pero debajo de las armaduras, las pinturas de guerra y la fachada de tipo duro hay gente normal, algo asustada y reaccionaria, pero al fin y al cabo gente que de ser retirada de este ambiente tan malsano se comportaría como cualquier hijo de vecino.

Como Lorenzo. Como yo.

Lorenzo no es un mal tipo. No se pasa todo el día pensando en chicas y bebiendo. Solo parte de él. Cuando está centrado, es el remanso de paz que necesito en este feudo de violencia, y cuando se excita es el acicate para seguir a delante. Lorenzo y yo nos hemos corrido grandes juergas los dos juntos, desde chicos hemos sido como uña y carne, y ahora que rozamos la veintena podemos presumir de ser colegas del alma y conocernos mejor que nuestros propios padres a nosotros. Aunque a estos les diera más bien igual lo que hiciéramos.

Nos apuntamos a la banda de los SkinBorg por pura inercia. Cuando eres joven eres impresionable, y un SkinBorg con su piel sintética, su armadura y sus pinturas fluorescentes es impresionante. Ganan más dinero, tienen más chicas y se lo pasan mejor que nadie en el barrio. Que nos uniéramos a ellos era pura cuestión de tiempo. Tampoco es que hubiera nada mejor que hacer en el barrio. O eso o te dedicabas a las drogas, pero ya había visto mucha gente con la vida arruinada por el Traze, el GodKiller o las anfetas.

Inwood no es un mal sitio. Solo está un poco abandonado de la mano de dios. Y si no fuera por los almacenes y las factorías esto no sería más que un barrio fantasma al norte de Manhattan. Son humildes la mayor parte de la gente aquí. Por eso supongo que los SkinBorg somos tan floridos y fastuosos, para destacar, para hacer notar que estamos aquí. Tal vez nuestras vidas no valgan una mierda para el resto de los habitantes de esta podrida isla, pero no nos pensamos ir sin hacer algo de ruido y montar una buena bulla.

-Estamos jodidos.- Eructó Lorenzo- Mucho.

-Nadie dice que tengamos que hacerlo mañana.-Añadí sin demasiada confianza- Seguro que si se lo explicamos…

-Nos dan una paliza…

-Bueno, si, paliza nos vamos a llevar, la cuestión es cómo.

Estábamos jodidos. Aunque nos considerábamos SkinBorgs no seríamos reconocidos como miembros de la banda de pleno derecho hasta pasar su pequeña ceremonia iniciática. Una pelea entre seis miembros de la banda y el aspirante sin ningún tipo de restricciones ni miramientos. Cualquier persona en su sano juicio consideraría una barbaridad tal cosa pero lleva haciéndose desde tiempos inmemoriales, un rito de paso a la edad adulta, por así decirlo.

Lorenzo se levantó y comenzó a deambular por la azotea como un león enjaulado. Las tomas de aire acondicionado y los viejos respiraderos metálicos jalonaban la azotea del edificio de apartamentos en la que nos solíamos reunir los dos desde los doce años. Poco había cambiado, aparte de las pintadas que con manos inexpertas habíamos impreso en las paredes y un sucio palomar abandonado instalado por un vecino hacía un par de años, el resto estaba tal como lo recordaba el primer día que subí aquí en busca de un niño lloroso con la cara amoratada que había crecido hasta convertirse en Lorenzo.

Su padre le había propinado una paliza que le dejaría secuelas para toda su vida, más por dentro que por fuera, y había huido a la cima de su mundo en busca de soledad y sosiego fuera de los gritos y la rabia.

Ahora se encontraba igualmente angustiado. Aterrado. Durante semanas prácticamente habíamos acosado a los Borgs de la zona una y otra vez pidiéndoles entrar en la banda. Al final accedieron, no sin darnos unas collejas y patadas de regalo, y nos dijeron que en una semana celebrarían una “fiesta” para probar unos cuantos aspirantes.

-Llevad toda la armadura y protección que podáis, como mínimo una “piel”, porque no nos vamos a cortar absolutamente nada, si sobrevivís- Añadió- Si sobrevivís seréis bienvenidos. No faltéis u yo mismo os hundiré la cabeza dentro de vuestro puñetero torso.

Lo malo es que mañana es la “fiesta” y ni Lorenzo ni yo tenemos una “piel” en condiciones. Nos habíamos agenciado cascos de seguridad, máscaras de ski (muy populares como armadura facial), e incluso algo de material deportivo de protección. Pero nada de pieles.

A los SkinBorgs les viene el nombre de que todos llevan pieles (skins) sintéticas de nanotubos de carbono trenzados. Prendas que se ajustan como una segunda piel al portador a la vez que es prácticamente inmune a cortes y pinchazos, incluso balas.

-Si no conseguimos de aquí a mañana una “piel” estamos muertos.-Sollozó Lorenzo.

-Tranquilo, ya se nos ocurrirá algo.- Le di un buche a la cerveza- Dios aprieta pero no ahoga. Y si no siempre podemos vender todo lo que tememos y meternos a monjes.- Añadí señalando a la sombría mole del Cloisters.

Lorenzo y yo nos reímos con ganas ante una perspectiva de celibato y rezo perpetuo.

De repente un ruido sordo, una explosión atenuada por la distancia y los edificios llegó hasta nosotros.

Lorenzo se acercó a la barandilla y miró a la calle. A pesar de que no se había ocultado el sol completamente las farolas ya debían estar encendidas, las ventanas y las puertas de los vecinos de la calle se abrían para mostrar rostros indignados o confusos.

Un apagón.

-Jay. La suerte nos sonríe. No se si pasado mañana estaremos vivos, pero se que esta es una oportunidad de oro para liarla a lo bestia.

Tiré la lata por encima de la barandilla y agarré una tubería de metal. La sopesé. Vendrá bien.

Pasado mañana seré un dios de la calle o estaré muerto.

Todo o nada.

viernes, 9 de noviembre de 2007

De esto es de lo que hablamos