domingo, 27 de mayo de 2007

Momento de reflexión

Aquí en España es día de elecciones municipales, tal vez la forma más cercana de democracia a nivel de instituciones, aunque hoy pienso hablar de la política en general y del espíritu de la democracia en particular.

Como decía el bueno de Sócrates (u otro filósofo griego, que de esos tenían muchos) la democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos. Mucha gente aboga por gobiernos autoritarios, que les digan qué hacer, cómo y cuándo, a eso le llamo yo irresponsabilidad, otros abogan por no votar del todo porque les da totalmente igual el gobierno que salga, eso también es una irresponsabilidad, mayor aún.

El sistema democrático existe para que el pueblo pueda expresar de forma directa lo que desea a través de sus representantes electos. Analicemos esto, el sistema democrático existe para que los ciudadanos escojan una persona para que les represente, no para que les dicte que hacer. Visto de esta manera...

¿Es democrático escoger como representante un dictador?

La respuesta es compleja, pero podemos resumirla en que los electores de tal persona han decidido que la persona que les represente tenga potestad para cambiar el propio sistema por el cual llegó al gobierno, en hacer y deshacer a su antojo. Un famoso dictador del siglo XX llegó al poder de esa forma, las masas descontentas con los propios políticos electos por el sistema democrático decidieron que elegirían democraticamente a una persona que acabara con el propio sistema.

No creo que haga mucha falta decir quien fué tal individuo, pero no fue el único ni el primero ni seguramente será el último que lo haga.

Como afirmaba antes, no votar también es una irresponsabilidad, si cabe aún mayor, porque tales personas, en mi opinión, carecen de la autoridad para hacer ningún juicio político, no tienen derecho a quejarse porque ellos no han contribuido en un sentido u otro a que estén en el poder unos u otros. Como dice mi sabia madre:

"Si no te gusta la cena, haberla hecho tu mismo"

Votar hay que votar, aunque sea en blanco, aunque sean a partidos minoristas, o chorras o alejados del mainstream, hay que votar con el corazón en la mano, planteándose de verdad que es lo que se desea.

Desgraciadamente estamos en un sistema democrático en el que se favorece la existencia de un par de grandes partidos y docenas de pequeños que difícilmente hacen bloque y solo sirven para realizar pactos puntuales en uno u otro sentido para sacar a delante una ley u otra.

Votad, esteis donde esteis votad si podeis porque no es solo un derecho es un deber que os convierte en auténticos ciudadanos y no solo en campos de heno que se inclinan allá donde el viento sople.

Ese es el espíritu de la Democracia.

PD: El capítulo de esta semana de BlackOuto se retrasará algo debido a que ahora mismo tengo un gripazo de muerte (Si, en Mayo) y no estoy para muchos trotes

lunes, 21 de mayo de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut! (5)

La puerta de la calle, una pesada y con aspecto de pertenecer más a un banco o a un bunker, estaba medio abierta. Alguien, hacía tiempo, dedicó todos sus esfuerzos a arrancar de cuajo el panel de seguridad en el que se tomaba al huella de la mano y se había llevado tanto la pantalla táctil como todos los cables eléctricos y de fibra hasta dejar solo un hueco en el que ahora solo reposaba polvo y algo de basura. Tanto la puerta como el pasillo estaban llenos de pintadas, la mayor parte de ellas sin el más mínimo atisbo de creatividad o estilo. Aston les echó un vistazo mientras salía, habían cambiado desde la última vez que pasara por la salida, pero solo seguían las típicas bufonadas de chavales sin nada mejor que hacer o borrachos con un rotulador.

Fuera en la calle no hacía viento pero se encasquetó un poco más el gorro de lona para, de alguna forma, pasar desapercibido, lo último que quería eran problemas.

La calle estaba tal como la veía desde la ventana de su apartamento pero con más basura y detalle. Una nube de color sepia tapaba el sol en ese momento otorgando a la calle un ligero fulgor dorado. Como una foto antigua, pensó. Puso un pie delante del otro y se encaminó hacia la tienda de la esquina.

Hacía mucho tiempo que no salía. No recordaba exactamente cuando fuera la última vez que saliera por otra razón aparte de exámenes o test, aunque decidió no darle demasiada importancia, al fin y al cabo realizaba sus ejercicios escrupulosamente antes de comenzar los estudios cada mañana. Aunque tenía que reconocer que desde luego no eran precisamente los ejercicios de un atleta o un astronauta., hacía lo justo para no estar ni muy gordo ni muy escuchimizado.

Rashid era un hombre alto, o por lo menos, más que Aston. Tapaba su cabeza con un pañuelo largo que luego se enrollaba al cuello a la manera del hiyab, en una mano sostenía una barra de metal procedente de alguna tubería o similar y en la otra una lata aún fresca, con escarcha, de te de jazmín.

-Salam… Tu eres el que vive en el el tercer piso. ¿No?

-Eh- Aston dudó un momento, su estrategia para pasar desapercibido desmoronada en un segundo- Si, soy yo. No se si tienes la tienda abierta, tu sabes, por lo del apagón y tal, y me gustaría saber si…- Tragó saliva- Si, bueno, si podrías venderme algunas cosas que necesito.

-Claro hombre, puedo venderte lo que quieras, no hay ningún problema- Rashid sonrió y le dio un trago a la lata de té.- Si en cambio me vinieras diciendo que te vas a llevar tal o cual te abriría la cabeza. Ya sabes, cuestión de negocios. Estoy disponible siempre y cuando tenga algo de stock en la tienda.

Aston rió más por educación que porque le hiciera realmente gracia, estaba claro que el hombre se había enfrentado ya a más de uno que había llegado exigiendo tal o cual por las bravas, la pequeña barricada y un reguero de sangre sobre la acera lo confirmaba.

Dentro de la tienda compró de buena gana todo lo que necesitaba para limpiar y reparar algo las placas solares así como algo de comida fresca. El precio era absolutamente exorbitante, en los cartelitos bajo los productos las cifras que hoy habían multiplicaban fácilmente por cinco las de antes del apagón. No había sitio para la queja. Tal como Rashid decía eso era lo que había, nada más. Se acercó a comprar unas baterías pero estaban agotadas.

Desde el otro lado de la tienda una señora mayor con un librito en la mano le contó que el 24Zid del otro lado de la calle había sido asaltado la noche anterior, que la mayoría de la gente del barrio se pasaría por la tienda tarde o temprano y que agarrara lo que pudiera antes de que más gente se planteara que el apagón pudiera durar mucho más tiempo.

-No creo que dure mucho, la verdad- dijo mientras sacaba trabajosamente la tarjeta de la cartera.- Seguro que arreglan lo que sea pronto.

Por la puerta de la tienda entró Rashid quitándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.

-Dudo mucho que lo arreglen pronto.- Sonó una voz desde el fondo de la habitación- Va a haber guerra esta noche, los Skin Borgs van a lanzar un ataque al territorio Hummingbird. Esos punk aprovecharán mientras los Puristas se las ven sin puñetera electricidad ni mierda de recicladores… demasiado centrados en sus cosas como para resultar una amenaza.

Desde donde estaba Aston no podía ver al otro hombre, solo una sombra moviéndose entre las estanterías. Le picó la curiosidad. No conocía muy bien los entresijos de las bandas que dominaban media ciudad, pero algo había leído o visto por algún programa local. Incluso había un par de películas RV y dramas, aunque parecían bastante poco realistas. Se atrevió con algo que sabía a ciencia cierta.

-¿Y los chavales del orfanato de la calle Lenox con la 135ª ?He oído que son muy violentos y territoriales los chavales.

Esperó unos instantes antes de que la voz respondiera tranquilamente, como tomándose su tiempo.

-No. No pasarán del boulevard Fredrick Douglas, no mientras no lo vean muy claro.

De detrás de una estantería surgió el hombre con el que había estado hablando: un afro americano con el pelo cortado de forma militar con unos tatuajes maoríes en las sienes, llevaba pantalones vaqueros y una chaqueta reforzada color azul océano con el logotipo y la placa en forma de cometa de la policía de Nueva Cork. Llevaba una mochila donde iba metiendo latas o paquetes aparentemente al azar, en el costado izquierdo llevaba una tonfa negra y un rollo de cinta de detención.

El poli fue a salir por la puerta cuando Rashid se interpuso en su camino tapándole el sol. Estaba con los brazos en jarra y se podía adivinar que con expresión de pocos amigos.

-Amigo Rashid, considera que le echemos un ojo esta noche a tu tienda como pago por lo que me llevo. No querrás que unos desgraciados le prendan fuego o algo ¿No?- El tono del policía era chulesco y prepotente, amenazaba a cada sílaba que soltaba.- Sería una pena.

-¡Y una mierda!-Gritó el enorme dependiente- No vais a echarle una mísera mirada a mi tienda ni de coña, ¡Solo estáis por ahí preguntando y husmeando para saber quien ha volado los putos nodos de mierda!

El policía se hecho para atrás y acercó la mano a la porra.

-¿Qué clase de sucio vocabulario usas con un agente de la autoridad?¿Qué va a pensar tu madre, Rashid?

En el fondo del pasillo apareció la señora mayor con la que había hablado antes, llevaba una ballesta cargada con una saeta. Apuntaba al policía de la forma que solo alguien acostumbrado a disparar sabe. Sin una sola palabra el policía apartó la mano de la porra y dejó un puñado de billetes sobre la caja registradora. Asió con fuerza la mochila y salió con prisa. Aunque a todas luces el dinero dejado no era suficiente Rashid no lo detuvo ni hizo ademán alguno. Ambos sabían que cualquier comentario podría provocar el ataque del otro. A veces era mejor callarse y actuar simplemente, pasar del otro, antes que tener que lamentar unas magulladuras o huesos rotos que tardaría mucho más tiempo en sanar que un orgullo hendido o un poco de dinero perdido.

Aston decidió no quedarse un segundo más por allí. No quería imaginarse como estaría de caldeado el ambiente cuando cayera la noche. La angustia atenazó otra vez su pecho apretándole el corazón, entrecortando su hálito, tornando el pegajoso sudor en frías cataratas sobre su piel.

El barrio se iba a convertir en una zona de batalla campal, lo había dicho el policía. Los Hummingbirds, ravers enganchados drogas anfetamínicas, incansables fiesteros, mutantes de la moda y la música que habitaban los clubes y almacenes abandonados del barrio contra las hordas de bárbaros acorazados de los Skin Borgs.

-Mierda…-Mustió- Esto va a ser una matanza…- Se quitó el sombrero al entrar en el apartamento e intentó infructuosamente cerrar la gran puerta acorazada, al cavo de un rato se dio por vencido y subió corriendo a su apartamento. -Tengo que irme de aquí como sea…

domingo, 13 de mayo de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut! (4)

Capitulo Segundo:

-DEMOLITION-

El sudor recorría su cuello, desplazándose en grandes gotas lentas y temblorosas al ritmo de su respiración. Los poros dilatados en busca de un poco de frescor, de ser una tetera echaría vapor, la cama estaba empapada, fresca por toda una mañana de sudor acumulado. Los miembros le pesaban como piezas de una escultura de mármol, sus ojos, legañosos por lágrimas vertidas en un sueño olvidado, luchaban por abrirse camino hasta la luz, el cerebro empezaba a sintonizar todas las sensaciones en un pensamiento coherente más allá de la inconsciencia.

Aston cambió de posición en la cama, ya tenía suficientemente húmedo el costado derecho. En cuanto los pensamientos coherentes empezaron a ganar terreno a la duermevela calló en la cuenta de varios detalles importantes. La escoba no estaba consigo y el aire acondicionado, obviamente, no estaba funcionando. La escoba estaba en el suelo, a un palmo de la cama, el aire acondicionado estaba en el techo, muerto. Un giro del cuello le permitió ver el reloj.

13:44 PM

Tarde. Pasado mediodía. Y sin electricidad. Un problema.

Un angustioso sentimiento de inseguridad mezclado con una imperiosa necesidad de hacer algo, tal vez impulsada por los agarrotados músculos que le dolían como si hubiera estado toda la noche haciendo flexiones, le invadió. Por mucho que se tirara en la cama a dormir las cosas no se solucionarían así como así.

Seguramente no podría hacer nada para que regresara la electricidad al barrio, pensó, pero por lo menos podría hacer algo para gestionar mejor la suya. Agarró unos pantalones grises que usaba para andar por casa en invierno, cogió unas gafas de sol de su estuche casi nuevo, y se puso unas cómodas chanclas parecidas a las “tabi” japonesas de antaño, solo que en vez de madera, de material sintético y ergonómico.

Se acercó a la ventana medio abierta, fuera hacía tanto calor como dentro, pero corría el aire por lo menos. Abrió la ventana más y alzó la persiana hasta más de la mitad. Fuera algunas personas andaban con prisa por la calle, gente mayor en su mayoría. A lo lejos, en Washington Heigths, varias columnas de humo se elevaban perezosas hacia el cielo para deshacerse en borrosas nubes grises a medio camino. Es humo de un incendio apagado, pensó Aston, el color blanco delata la gran presencia de agua en su composición. Más allá del frío análisis sobre la coloración del humo a Aston se le ocurrían infinidad de preguntas y respuestas posibles sobre la causa u origen de este o su relación con el incendio.

Aston pensó que tal vez sería mejor idea ver el incendio desde más arriba, junto con las placas solares, para de paso limpiarlas de una vez por todas. Antes de salir del apartamento comprobó la carga de la batería de emergencia, que se encontraba al 5%, recogió las llaves y un sombrero de lona de pescador para protegerse del sol.

Abrió la puerta de seguridad que resopló al abrirse los sellos de presión, en el pasillo del edificio de apartamentos no había nadie. Las paredes pintadas de un color verde que poco a poco iba descascarillándose por la humedad y las puertas de diferentes colores y diseños al gusto de cada inquilino. En el suelo de baldosas blancas un manchurrón marrón oscuro se extendía dos puertas más abajo, junto a una de las puertas de los apartamentos impares. Sin dejar de mirar a un lado y otro en busca de vecinos o extraños, salió al pasillo con cuidado de cerrar bien la puerta de su apartamento tras de sí, aún tenía en su mente muy reciente la angustiosa experiencia de anoche.

Arriba en la azotea las cosas eran muy distintas. Brillaba el sol y se veían las nubes, que bien no eran precisamente unos idílicos y redondeados cúmulos blancos si no que eran trazas de nube, desgajadas por el viento de un color parduzco amarillento fruto de años de descontrol en la industria trasladada a Manhattan durante la guerra y de un cambio climático que volvía loco a cualquier climatólogo. Un clima loco, pensó Aston, eso dicen los mayores, cuando se suponía que el verano tenía que ser cálido y el invierno frío. Estaban en Marzo y hacía 33º C a la sombra y una humedad del 96%, o eso decía el reloj. Para él era algo normal vivir sin saber que te deparaba el próximo mes, solo suponiendo que las tormentas de nieve eran más comunes conforme se adentraban en el invierno y que las olas de calor lo eran más en verano. La ola de calor no duraría mucho, junto con el buen tiempo, de eso estaba seguro, Aston había estudiado los modelos climáticos en algunos cursos y había aprendido que lo que falta o sobra por un lado se compensa por otro, pronto estarían con el agua al cuello de lo que llovería o caerían tres metros de nieve en una sola noche, era ley de vida.

La azotea estaba abarrotada de objetos. Una pajarera grande y de aspecto vetusto, seguramente hogar de palomas y otras aves durante generaciones, tenía varios pisos repartidos en hileras como si de un edificio de apartamentos fuera, llena de excrementos y guano blanquecino tanto por dentro como fuera, resultaba un diminuto homólogo del edificio sobre el que se asentaba. Un extenso jardín de macetas y arreates se esparcía por los huecos dejados por las chimeneas, aires acondicionados y antiguas casetas de televisión y calefacción de cemento. En estas crecían geranios, matas de tomates, robustos bonsáis, lechugas y un sinfín de hortalizas y verduras que Aston no se tomó la molestia de identificar. Una regordeta señora mayor se afanaba en regar las plantas y podarlas con unas grandes tijeras que se colgaba al cinturón del simple camisón floreado que llevaba.

-Buenas tardes Sra Schultz - Dijo educadamente Aston mientras buscaba afanosamente entre la espesa vegetación los paneles de su apartamento.-¿Qué tal anda?

-No muy bien, a los tomates no le vienen bien estos cambios bruscos del tiempo, aunque tampoco le viene bien que halla tanto mal karma en el barrio.

Aston se encontraba algo molesto por no encontrar las dichosas placas, le había hecho la pregunta a la anciana por pura cortesía, no esperaba, ni quería, ningún tipo de respuesta más allá del “estamos bien”, “pasando la vida” o “podría estar mejor”. Casi estaba ofendido por la actitud de la señora y la habría mandado a callar si no fuera porque era básicamente el único inquilino del edificio de apartamentos que conocía algo.

-La verdad es que esto va cada vez a peores – Siguió- En mis tiempos las bandas callejeras se dedicaban exclusivamente a vender drogas y matarse entre sí, no como ahora, que se creen dueños y señores de las calles, llenando las cabezas de los niños con estúpidas ideas de lealtad y deber para con un ideal que realmente ni les va ni les viene. Tremendo. Esos Skin Borgs son lo peor que hay aquí al norte, peleándose con todo el mundo, cubiertos hasta los dientes de armaduras cuando realmente son débiles y frágiles, como una rosa.-La Sra Schultz cogió una rosa de una maceta- Es llamativa, tiene espinas, pero sin esas espinas sigue siendo una flor cualquiera- De un movimiento segó la cabeza de la flor con las tijeras- Nada más que hombres y mujeres asustados Aston. Eso es lo que son.

Aston se encontraba algo confuso. No echó más cuenta a la anciana y encontró por fin las placas solares. Estaban cubiertas casi por completo de suciedad que se había ido incrustando poco a poco hasta formar una autentica costra. También había excremento de pájaros, lo cual no arreglaba la cosa.

Tendría que bajar a por algún limpiador potente y algunos cables nuevos, no fuera cosa también de la transmisión. Pero para ello tendría que bajar a comprarlo a la calle.

Se asomó por la barandilla de la azotea y vio con mejor perspectiva la humareda de Washington Heights, territorio de los mencionados Skin Borgs. Aston se preguntó si tal vez la banda hubiera comenzado este caos para prenderle fuego a algo o si sería algo fortuito que aprovechara la banda para extender su territorio. No estaba muy seguro y sinceramente no sabía a quien preguntar sobre el tema. Tal vez la Sra Schultz lo supiera, pero parecía más concentrada en hablar con las plantas exponiéndolas su particular punto de vista sobre la degeneración de las cosas.

Abajo, en la calle, la mayoría de las tiendas que no estaban cerradas ya hace meses o ya habían sido saqueadas en otras ocasiones estaban cerradas a cal y canto contra intrusos, algunas con barricadas y todo por delante. Solo la pequeña tienda de Rashid parecía abierta. Tenía una pequeña barricada delante donde se sentaba su moreno dueño con una barra o palo en una mano, la puerta estaba abierta y parecía haber actividad dentro de esta. La calle a su alrededor parecía bastante desierta en comparación con la noche y a Aston le pareció más seguro salir ahora que nunca a hacer las compras.

No sabía cuando terminaría el apagón y el calor se hacía insoportable, cuando llegara la noche, si no había electricidad podría producirse un motín general entre la población más serio que el de la noche anterior.

-Tengo que darme prisa… Tengo un mal presentimiento. Creo que esto va a salirse de madre…

-Lo hará, ya verás.- Añadió la Sra Schultz tras la pajarera- Lo hará.

Y no se equivocaba.



continuará...

domingo, 6 de mayo de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut! (1,2 y 3)


Ficción basada en el juego Fates Worse Than Death de Vajra Enterprises
Serial Semanal


Capitulo Primero:

-NOT ADMITTED-


Hace tiempo llamaban a este país la “Tierra de las Oportunidades”, y se podría seguir llamando así perfectamente solo si se le añadiera la palabra perdidas al final.

Una tierra de oportunidades perdidas, de oportunidades para todos, para los mayores, los jóvenes, los hombres, las mujeres, para ricos y pobres, para todo aquel que pudiera aspirar a algo, todos tienen su oportunidad, pero tener una oportunidad no les asegura nada.

Me llamo Roger Aston, nací el 26 de Febrero de 2055, me he criado en esta ciudad desde que tengo razón de ser, y casi desde la misma edad puedo decir que tengo memoria de depender siempre de alguien, ya sean mis padres, una corporación o el gobierno, siempre con el peso de no se una pieza productiva en una sociedad que se desarrollaba al margen de los deseos de aquellos que la habitan. Todos simplemente me tranquilizaban diciéndome que es normal, que ya llegará el momento en el que sea completamente independiente, en que no deba nada a nadie, aunque eso no era precisamente lo que me preocupara. Lo que realmente me preocupaba era que por mucho que te aseguren una vivienda, comida o entretenimiento, si no creces por dentro, si no superas los objetivos que te propones jamás podrás ser una persona feliz.

Y yo no soy feliz.

Desde que tengo edad legal no he parado de estudiar y prepararme para presentarme como candidato a un puesto en una de la docena de corporaciones que dominan el mercado laboral en el área de New York. Una tras otra me han echado para atrás, me han denegado la entrada, no me han admitido en sus exclusivos complejos residenciales privados. Prepararse para entrar en una corporación como Zigurat o Mendel cuesta mucho, la solicitud de empleo es un tema rápido y sencillo que se realiza online y no requiere de más documentación en un principio, luego te mandan el temario, todos los conocimientos reunidos que se supones que has de conocer y dominar para realizar tu trabajo básico. Las corporaciones, al fin y al cabo, nunca han tenido mucha confianza en el sistema público de enseñanza y mucho menos en los cursos de formación “alternativos” que otras entidades ofrecen en la red. Conozco unos cuantos casos de amigos de la infancia que en su momento optaron por la opción de la enseñanza alternativa, ya fuera de carácter religioso o de un programa internacional de formación. Al final daba lo mismo que hubiera estudiado la vida de Abrahán Lincoln, la Guerra de Libertades o las bases de la neuromecánica por unos cursos de Realidad Virtual de la Eastern Mormon School (Escuela Mormona del Este), el American Cultural Fund (Fondo Cultural Americano) o el Programa Universe de las UN, cada corporación consideraba ciertos aspectos más importantes o destacables o los veia de otra forma o simplemente los ignoraba. No queda pues más remedio que pasarse prácticamente un año, o más, en cursos intensivos de RV o estudio en libros para coincidir con el pensamiento corporativo de turno. Esto es, por supuesto, suponiendo que el puesto para el que aspiras entrar es uno de perfil medio-base, si quisiera entrar en un campo específico y mejor pagado, como es mi caso, los estudios pueden ascender a dos años fácilmente. Y luego vienen las pruebas, ya sean online en un aula específica de RV o en los centros corporativos de reclutamiento más cercanos te hacen pruebas. Primeros cortos test de personalidad, luego pasan a lo interesante, el escáner neuronal.

Un procedimiento simple, una corona de electrodos o escáneres en forma de halo mientras realizas un test más complejo. Por supuesto siempre con las máquinas de la compañía. Estas hacen un trabajo simple, recogen el funcionamiento del cerebro ante ciertos estímulos, señales, preguntas o imágenes, una radiografía que se traducía a un perfil psicológico de mayor o menor precisión. Pueden ver tus neuronas disparar en tiempo real, la niebla de señales bioelectricas recorriendo el cortex prefrontal hacia el bulbo raquideo para luego traducirse en cuentas matemáticas, pueden ver tu ser, tu persona, tu “alma”.

Y decirte que no eres apto.

Por estricta imposición en los primeros años de la aplicación de la tecnología de los escáneres mentales en el mundo laboral no se daban los datos ni resultados al candidato, si era apto el perfil se almacenaba y codificaba, en caso contrario se desestimaban tanto candidato como perfil, a menos que sufriera una patología reseñable los examinadores no tenían por que dar ninguna explicación al candidato.

“No es apto Sr Aston, lo sentimos mucho, podría trabajar un poco más sus aptitudes sociales para con la empresa, los resultados ahí son algo deficientes”

Siempre vagos y nebulosos a la hora de decir lo mismo, que tengo que ser más leal. Que tal vez no consiga confiar de pleno en la corporación.

¿Cómo quieren que confíe en una corporación que primero no confía en mí? ¿Es que vivimos en un mundo de locos?

Esta situación se tiene que acab…


-DESCONECTANDO-


Aston miró atónito al monitor apagado. Hecho un vistazo a derecha e izquierda y rápidamente se levantó del sillón acolchado para dirigirse a la ventana. Todo a su alrededor estaba oscuro, solo algunos aparatos con sus pilotos verdes o azules lanzaban nebulosas luces sobre los estantes abarrotados de libros, juguetes de todo tipo y recuerdos, sobre el diminuto apartamento de cuarenta metros cuadrados, el sillón y Aston.

Por la amplia ventana se colaban los últimos rayos de luz de un sol que ya se había ocultado tras el horizonte de titánicos rascacielos y nubes escarlata sobre Manhattan. En la calle empezaba a oirse un quedo murmullo de gente abriendo ventanas o puertas, lanzando exclamaciones de sorpresa o maldiciones al caluroso y asfixiante viento de la tarde. Las farolas de la calle estaban muertas, los letreros luminosos verdes y azules de la tienda 24Zid de la esquina y el Taller de Rashid estaban igual, los rascacielos opacos y negros contra la luz de la tarde. Ninguna casa tenia luz, no se escuchaba música ni aparatos de aire acondicionado.

Un apagón.

Aston se inclinó hacia delante, abriendo la ventana, con una mezcla de confusión, indignación y sorpresa en su rostro. Cómo se atrevían a cortar la luz en un momento tan íntimo de exploración del ego se preguntó. Aston deseaba saber quien era el responsable de tal contingencia para poder gritarle y amenazarle. Bastante tenía ya con las próximas convocatorias de puestos de biotécnico en Zyztech en menos de una semana. El cuello de Aston se tensó mientras gritaba al viento por pura frustración y rabia.

Volvió a la penumbra de su apartamento, se puso bien las gafas, se pasó las manos por los grasientos mechones de pelo negro y reflexionó un poco.

“Esto no puede durar eternamente, tengo la reserva de los paneles solares, con ellas puedo funcionar unas ocho o diez horas si las consumo inteligentemente, seguro que en menos de ese tiempo arreglan lo que sea que ha fallado, un error de distribución en la red, un transformador quemado, una obra que corta un cable, seguro que es eso”

Aston se sentó de un salto en el sillón que crujió peligrosamente. Alargó la mano para coger una vaso de café y se repitió para si mismo que no podría durar mucho.

“Espero”

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En la penumbra de la habitación estiró sus miembros, se tomó el último sorbo de café y se levantó lentamente del sillón dejando un poco más hundido el respaldo, en el que durante los años, había ido dejando progresivamente su espartana silueta hasta hacerla parecer parte de él. Aston no era de las personas que cuando se ponen nerviosas empiezan a comer como posesos o dejan todo lo que están haciendo para sumergirse en mundos alternativos de realidad virtual, ni siquiera tenía ya un hobby discernible y claro, durante cierto tiempo coleccionó latas y botellas de refrescos y bebidas varias, incluso coleccionó una serie de muñecos de exportación de un conocido artista de la creación digital. Todas esas cosas ahora cogían polvo y servían de pisapapeles o sujetalibros para las docenas de manuales corporativos, libros de autoayuda y guías de negocios. No había sitio en la vida de Aston para nada más aparte del trabajo. Ya tendría tiempo de disfrutar del ocio cuando tuviera un trabajo decente.

O no.

También es cierto que podría llegar a olvidarse de cómo era la diversión, el tiempo libre, estar con los amigos y conocidos. Cosa que no hacia desde hacía años. La última vez que estuvo en persona con uno de sus amigos fue hace cuatro años ¿o eran ya cinco? En el barrio solo tenia unos pocos conocidos, el excéntrico musulmán de la tienda de electrónica, un fornido repartidor de comida especialmente parlanchín y metomentodo y la señora mayor del apartamento 203 con sus redecillas para el pelo y su parafernalia de la Guerra de las Libertades por todas partes. Ahora el vicio de Aston era el estudio, la acumulación de conocimiento y practica de ejercicios mentales.

Tanteó la pared posterior de la habitación, la inmediatamente opuesta a la ventana, en busca del interruptor de la batería solar de emergencia. Esta se activó mostrando en una pequeña pantalla de dos pulgadas de ancho que esta estaba al 12% de carga, como se esperaba. No es que hubiera hecho poco sol, es que Aston no se había molestado en limpiar nunca los paneles de la azotea, el polvo se asentaba a una velocidad alarmante cuando no eran los pájaros o las alimañas las que ponían de su parte para que el panel funcionara a pleno rendimiento.

Tranquilamente encendió de nuevo el ordenador de sobremesa y se acercó los mandos. La pantalla apareció sobre el escritorio proyectada por una miríada de haces procedentes del mismo teclado. La pantalla, de un blanco nuclear mostró unos iconos flotantes y un cerebro volador con ojitos apareció reptando por la esquina inferior derecha. Un mensaje apareció en la pantalla mientras que una voz chillona algo infantil con acento japonés leía:

No se detectan conexiones inalámbricas o de puerto, no se encuentran vías alternativas, lo siento pero no puedes conectarte-pyo!

La graciosa expresión final del mensaje suavizó los primeros instantes de desconcierto. La luz se había ido. Pero eso no significaba necesariamente que se desconectaran los nodos locales de red, de hecho estos estaban casi siempre estructurados de forma tal que eran independientes de todo sistema municipal o corporativo de suministro de energía. Rápidamente pidió a la limitada inteligencia del ordenador que buscara en redes privadas, de pago, las que utilizan las grandes empresas y gente que puede permitirse mayor ancho de banda. Casi todas caídas, y el par que estaban disponible eran de la policía y la guardia nacional, que a efectos prácticos reducía las posibilidades de conectarse a cero.

Una idea vino a la cabeza de Aston.

No puede ser un accidente o un error, un generador puede fallar, una central de distribución también, un nodo privado sin mantenimiento terminaba por caerse siempre, pero todos los nodos de la ciudad y el suministro eléctrico es demencial. Puede que alguien halla cometido un tremendo, terrible error, pero lo más probable es que halla sido un atentado, o un ataque, algo intencionado, o una distracción como en aquel drama de RV donde se reproducían los disturbios del sur de Washington donde una banda de atracadores aprovechaban la algarabía para robar una colección entera de originales de Andy Warhol

Se apartó del monitor que se desvaneció suavemente para ahorrar energía. La mayoría de los programas y cursos con los que estudiaba y practicaba funcionaban online, con un profesor virtual o real al otro lado y una miríada de compañeros-alumnos que compartían opiniones y experiencias. Aston volvió a su sillón y la pantalla reapareció instantáneamente. Deslizó la mano sobre la mesa mostrando los programas disponibles sin conexión como si de una baraja de cartas se tratase. Los que ya dominaba plenamente los desechó tirándolos a una esquina del escritorio virtual, otros los reservó por su complejidad o porque antes necesitara de un curso previo, otros, por desfasados los borró directamente. Un par de solitarios y aburridos programas sobre aplicaciones de los entramados nanoplasticos y de respuestas del cortex ante estímulos a largo plazo se le presentaban como únicas opciones.

Con un sentimiento de resignación en su rostro se colocó un halo blanco, un emisor receptor de estímulos mentales leves, nada del otro mundo, para ejercitar el músculo gris con el aburrido programa corporativo. Antes de concentrarse y desvanecerse parcialmente en el ejercicio pensó que sería maravilloso no tener una vida tan monótona, gris y predecible, pensó en granjas y verdes prados, pero la realidad volvió a su mente como un clavo en cuanto se percató de que lo que él quería era tener dinero para disfrutar de todo el ocio del mundo, no barrer mierdas de gallina ni levantarse al amanecer.

Tal vez el mundo no sea tan complicado- Se dijo- Lo mismo soy yo…

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El pequeño cursor flotaba perezosamente entre los diferentes ejercicios del programa. Había estado horas, no sabia exactamente cuantas, vagando como un zombi de ejercicio en ejercicio, sorbiendo algo de agua templada por la pajita de un baso de plástico de gran tamaño que colgaba de uno de los brazos del sillón. Con esfuerzo, fruto más del tedio más que de otra cosa, despegó el halo, se le había quedado medio pegado a su frente y había hecho un ruido casi obsceno al separarse de esta, bañada en sudor.

Un reloj que reposaba en el estante con sus letras celestes fosforitas le señalo que eran ya las 03:42 de la madrugada. No se acordaba exactamente de la hora en la que se puso con el programa, pero le parecía más que suficiente, incluso excesivo el tiempo empleado.

Una vez más despegó su sudoroso cuerpo del sillón, que sonó como un cierre de velcro abriéndose, y se acercó a la ventana para abrirla un poco más y entrara aire fresco.

Fuera se escuchaba el ruido de gente charlando, a pesar de la intespectiva hora, e incluso a veces algo de música. El apagón había echado a la calle a gran cantidad de gente, sobre todo a pandilleros y gansters de poca monta, que aprovecharían la oscuridad y la falta de electricidad para romper escaparates y arramblar con todo aquello que pudieran. Había ocurrido otras veces, a veces al los pocos minutos de apagón, a veces horas más tarde, a veces nunca, y muchas veces terminaba en pequeñas batallas cámpales. El alcohol en grandes cantidades y poco con lo que entretenerse era el mejor caldo de cultivo para que cualquier rencilla o pequeño hurto terminara en una orgía de escaparates rotos y mercancías robadas. Hacía unos tres o cuatro años, en el 2077, que un grupo bien grande de alborotadores había robado más de 10.000$ en mercancía en unas pocas horas, y no fueron ni mucho menos los últimos.

A veces también entraban en las casas. Incluso con gente dentro. Rompían las puertas arramblaban con todo lo valioso y buscaban buenas mercancías o trofeos que saquear. Equipos de RV, ordenadores, robots de servicio, obras de arte, cajas de zapatos con ahorros, armas de todo tipo, ropa. Aston había oído de una vecina que incluso se llegaron a llevar gente para vendérselos como esclavos a los Señores de la Droga o como esclavo o esclava para algún pervertido con suficiente dinero.

A la lejanía, amortiguadas por la distancia y los edificios, se escucharon varias detonaciones en cadena, no parecían muy grandes, pero bastó para que el murmullo de gente en la calle se acrecentara, pasando de conversación a casi gritos. Simultáneamente Aston escucho el gemido de una sirena de una patrulla motorizada de la policía acelerando por una calle perpendicular.

Aston seguía sudando, no ya del bochornoso calor. El recuerdo de la vecina hablando de los esclavos y los ladrones hizo que el sudor se le tornara frío y sumamente desagradable. Se volvió rápidamente, con la esperanza de que si hubiera alguien allí con malas intenciones por lo menos tendría una oportunidad de defenderse, pero como era normal, no había nadie en el oscuro salón. Si hubiera entrado alguien mientras estaba con el programa mental lo habría escuchado ¿No? O tal vez pudo entrar, quedándosele mirando mientras realizaba en la penumbra movimientos imperceptibles en el juego, ciego al extraño invasor, al potencial asesino o secuestrador.

Un pánico ciego se apoderó de Aston que empezó a jadear y temblar ante la expectativa de que tal cosa pudiera ocurrirle a él. Siguió buscando en las sombras, con rápidas miradas, mientras cerraba los puños y apretaba los dientes, tenía miedo de que si hablara el asaltante saliera de las sombras cual aparición para llevársele, y sabía que eso no podría soportarlo, que se desmayaría o colapsaría ante tal espanto.

Pero seguía sin haber nadie en el salón.

Cuando se tranquilizó algo más se adelantó y tomó una linterna que tenía como recuerdo de hacía muchos años. La agitó dándole potencia a su leve chorro de luz hasta que consideró suficiente la carga. Con el rayo de luz alumbró a los más oscuros rincones del apartamento no encontrando más que polvo y algo de basura que tendría que haber barrido hace tiempo. En una esquina reposaba un pequeño y achaparrado robot limpiador averiado. Hacía años que se había estropeado, no lo había llevado a arreglar por miedo a que se lo pudieran robar por las calles, o lo asaltaran, y ahí se había quedado como un pequeño monumento al miedo.

Fuera, en la calle, alguien discutía a gritos, ininteligibles por una mezcla de gramática atroz y excesivo alcohol, un perro ladraba y una botella se estrellaba contra el suelo, tal vez una pared. Los ánimos se caldeaban conforme la noche dejaba claro por enésima vez que no pensaba ser menos caluroso que el día.

Aston se sentía cansado, no, aletargado, estaba agotado mentalmente, la camiseta se le había pegado a la espalda y el torso, quería descansar, pero no podía. El riesgo era palpable, alguien podría entrar en el edificio de apartamentos en busca de presas fáciles, de gente como él, aislados, todos los días enganchados a los mundos de Realidad Virtual o al ordenador, había muchos así en el edificio, casi todos. La mayoría de ellos cobrando ayudas o paro, muchos como él, sin apenas contacto con la calle más que para comprar víveres y consumibles o rellenar los impresos obligatorios en las oficinas gubernamentales para seguir recibiendo los subsidios.

Por lo menos ya no era como el salvaje oeste que era antes de las Guerras de las Libertades con pistolas y escopetas por todos lados, prohibidas las armas de fuego no eran ya más que un lujo excéntrico y caro. Ahora te podían matar con cuchillos, punzones, porras, catanas y espadas varias o incluso con armas artesanales hechas a base de basura y chatarra. Lo había visto antes, por las noticias, gente con la cabeza abierta, cuerpos en posición fetal en sucios callejones, tremendas cicatrices que algunas bandas de pandilleros mostraban con desmesurado orgullo, como medallas de guerra.

Sonidos de pasos sacaron a Aston de su ensimismamiento. Unos pasos, pesados y lentos resonaban por el pasillo enmoquetado.

Aston se acercó a la mirilla de la puerta agarrando de paso la escoba medio deshilachada que guardaba en el armario de al lado.

Fuera la oscuridad reinaba, un leve halo de luz, de la luna o tal vez de la luz de emergencia de la escalera de incendio apenas servía para vislumbrar nada. Un resoplido y un sonido de bolsas de plástico cayendo al suelo resonaron como un bramido junto a su puerta.

-¡Buff! Puñeteras bolsas - Una sombra pasó por delante de su puerta- Si tuviera veinte años menos… ¡Buff!

Era la señora Dolores. Dolores Agnes Schultz, la vecina mayor del apartamento 203. La viejecita parecía no tener ningún miedo a lo que pudiera ocurrirle a tales horas de la noche. Tal vez ya muy mayor para sentir miedo o muy senil como para darse cuenta de su situación. Decidió que por la mañana la visitaría en su apartamento para preguntarle que tal estaba y charlar un rato. Tenía ganas de charlar a pesar de los nervios, o tal vez por ellos, pero la tensión y el miedo le impedían abrir la puerta para preguntar nada.

Se apartó de la puerta y miró de reojo a su alrededor. Seguía sin haber nadie, pero la sensación era la misma. Ayudado por la luz de la linterna se tomó un par de grageas relajantes del armario de las medicinas que ingirió de un trago y se echó en la cama, desecha desde hacía días.

Mañana será otro día, se dijo. Fuera los ruidos de conflicto iban en aumento, la tensión crecía y cada vez se hacía más palpable. Pero allí, en el salón de su apartamento, tumbado en la cama con los ojos cerrados seguía teniendo la sensación de que había alguien ahí, junto a él.

Se durmió con la escoba fuertemente apretada contra el pecho.


Continuará

jueves, 3 de mayo de 2007

El Pais de las Libertades

Autoproclamado portaestandarte del mundo libre, gerente de la democracia en el mundo occidental, vigilante de los valores eticos y morales...

...¿Tal vez exista alguien que todavía se lo crea?




Una pena de como un país que se empeña en dar ejemplo de libertad es el primero en reprimirlas. Hay un momento en el video en el que un hombre dice algo así como "pago mis impuestos, mis cheques, sigo las leyes, tengo todo en orden, pero se me impide criticar al gobierno", eso es muy interesante viniendo de los propios habitantes de California.

Según el censo de California del año 2000 la composición étnica (registrada) es la siguiente:

  • -Caucásicos 46.7 %
  • -Latinos 32.4 %
  • -Asiáticos 9.1%
  • -Negros 7 %
  • -Otros 4.8% (incluye minorías étnicas y mestizaje)

Un dato importante es que se estima que solo el 55% de los latinos y el 60% de los asiáticos tienen la ciudadanía concedida, por lo que el porcentaje de tales etnias en California es muchísimo mayor de lo reflejado. Esto nos da que aproximadamente el porcentaje de latinos ( tanto legales como ilegales) es del 40% .

A mi entender es normal que exista un problema, california ha sido latina desde su fundación ( ¿o de donde creéis que sacaron sus nombres Los Ángeles o San Francisco?) e ignorar una población cuyo único objetivo es el de poder sobrevivir con dignidad es echar la vista al suelo.

La dignidad del ser humano puede ser aplastada, su voluntad mermada, sus sueños borrados, pero siguen siendo seres humanos. Y como otros simios superiores, el ser humano, tiene la capacidad de guardar rencor, rabia y odio.

El concepto dharmico del karma y el mandamiento cristiano de ""ama a tu prójimo como a ti mismo" lo dejan claro: si andas puteando a la gente al final terminaras cobrando, tarde o temprano.

Hay una frase en el video de una chica afroamericana que dice:

"Hoy la gente corre, pero un dia vendrá preparada para hacerle frente a la policía"

miércoles, 2 de mayo de 2007

Un Blog sobre Responsabilidad Social y Juegos de Rol

No es tan difícil casar estos dos conceptos.

Los juegos de rol son al fin y al cabo una herramienta para ejercitar la mente y las capacidades sociales, y ¿hay algo más social que la política?

El juego de rol se ha utilizado desde el albor de los tiempos como herramienta de enseñanza, en estos juegos se pide a los participantes que tomen parte asumiendo un rol hipotético basado en ciertos parámetros, se plantea un problema y los participantes ( jugadores) han de resolverlos ciñéndose más o menos a tales parámetros. Esta herramienta ha sido utilizada por múltiples culturas y paises a lo largo de toda la historia para enseñar a sus niños, y no tan niños las normas sociales ( policias y ladrones), estrategia ( el Kriegspiel del prusiano von Reisswitz), familiares ( jugar a cocinitas o a mamá), diplomática (La Liga de Naciones nació así), psicológicas ( los psiquiatras la usan a menudo) o incluso de emergencia ( simulacros de incendio o ataque terrorista).

Al contrario que en el mundo de los RPGs convencionales de ordenador o consola, en el clásico juego de rol de papel y lápiz el individuo se enfrenta al reto frente (y/o junto) a un grupo de personas reales presentes sentadas a la misma mesa. No se trata de un monstruo pregenerado por el ordenador que ataca o defiende según unos comandos preestablecidos por el programador, tenemos un reto ( ya sea llamado monstruo o desafio o problema o discusión) tras el cual se encuentra una mente abierta e inquisitiva como es la humana, que actua y evoluciona según las condiciones por las que se rija el director de juego, que respira vida o personalidad. El reto en el mundo del rol de papel y lápiz no se limita solo a "lleva tal objeto a tal localización" o "mata tal monstruo" o "consigue x objetos de tal", permite la interacción real, el contacto ocular, los gestos y entonaciones, la reacción rápida e incluso la sensibilidad.

Un candidato político, por mucho que quiera, jamas podrá dar un discurso emotivo y poderoso en Second Life o World of Warcraft o el MSN que sea la décima parte de lo que puede transmitir en persona en una entrevista o mitin.
Por lo menos no con la tecnología de hoy en día.

¿Qué mejor herramienta que un juego de rol para concienciar de un problema, una situación o un estado de las cosas?

A lo largo de mi experiencia como director de juego me he ido fijando en las afiliaciones o ideas políticas o sociales de mis jugadores, y he encontrado algo curioso: Jugar al rol no predispone al individuo hacia un determinado espectro político o religioso. Incluso presentando situaciones altamente politizadas, podemos decir que, el jugador, como individuo, mantiene a parte su propia personalidad y la su alter ego imaginario de papel. En función de su experiencia en el juego puede comprender nuevas posiciones de personas ajenas a su entorno, les da empatía, capacidad de ser capaces de ponerse en la situación de otros, sin que esto necesariamente cambie sus ideas básicas, tal vez solo moderando los pensamientos más extremos.

Visto esto el rol de papel y lápiz se queda, aparentemente en un mero instrumento de escapismo y ocio, pero el escapismo es al fin y al cabo el olvidarse un rato de que se es Don Fulano de Tal o Doña Fulgencia de Cual para situarte en una situación en la cual tal vez seas un desharrapado, caballero, inmigrante, plebeyo medieval, robot del futuro o simplemente otra persona cualquiera que encaje en el escenario de la debacle.

Porque al fin y al cabo, lo que importa, es cómo se enfrentan los jugadores al problema, no si lo resuelven o no. Ahí está la diversión, esa es la diferencia.