domingo, 1 de julio de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut! (8)

Capitulo Tercero:

-POISON-

Corrió escaleras arriba en cuanto las puertas automáticas le dejaron pasar, dejó atrás en la estación un río de sintecho acurrucándose entre cartones y mantas viejas, pasó un par de trabajadores industriales con monos y salió a la calle, donde la lluvia le golpeó dejándolo sin respiración.

Después del calor, el olor y el estrés del metro solo buscaba una bocanada de aire fresco y reconfortante, algo de aire que expulsara sus fantasmas personales. Por poco se asfixia, la lluvia caía fuerte, como un ejército de balas disparadas desde el negro cielo, el agua se le metió por ojos, nariz, boca y oídos, no la esperaba y esta le cegó y confundió durante unos instantes en los que sus ropas quedaron empapadas. No estaba acostumbrado a la lluvia, solo a ver llover a través de la ventana, a que se mojara la gente que andaba por la calle. Tras a conmoción retrocedió hasta la luminosa protección de la estación. Allí abrió la bolsa y sacó un chubasquero plegable de color gris. Llevaba el logotipo en forma de pirámide escalonada verde lima de Zigurat Corporation, una de las muchas empresas que le habían rechazado y había tenido por lo menos el detalle de regalarle una prenda barata por todo el esfuerzo invertido.

Por lo menos no llama la atención demasiado - pensó Aston consolándose con algo de humor.- Espero que valgas los seis meses de estudio…

Salió decidido y con paso firme a la calle. Las infogafas informaron a Aston que su destino se encontraba varias manzanas al sureste. Se caló bien la capucha y emprendió la marcha por las oscuras calles del centro de Manhattan.

Había subestimado la lluvia. Al salir del metro le había parecido molesta, nada más, pero el constante golpeteo de gotas de lluvia sobre el chubasquero había conseguido empaparle a base de colarse el líquido elemento entre junturas y cierres. Cuando salió le parecía una buena temperatura, pero al cabo de un rato, dentro de la ropa, estaba asándose, sudoroso por no poder transpirar bien. En las calles no hacía nada de calor, solo la lluvia fuerte e incesante y un desagradable viento que aparecía de vez en cuando al doblar una esquina llevándose consigo basura y papeles y empapándole los pantalones y las chanclas.

No veía prácticamente nada, el corte de luz había dejado a oscuras a todo Manhattan, y la gente decente ya se habría echado a dormir apagando las valiosas velas o luces de emergencia. El agua que resbalaba por las gafas tampoco ayudaba mucho. Ajustó el contraste de información y sobre la superficie de estas de proyectó, a parte de la ruta hasta el apartamento, el nombre de cada calle y el contorno aproximado de los edificios según el GPS. Contempló un paisaje, a levantar la cabeza, de edificios de muchas y pocas plantas, una jungla de líneas naranjas proyectadas sobre la noche.

En la 7th Este pasó por al lado de lo que parecía ser una vieja iglesia, ortodoxa o griega, dentro parecía haber luz pero los gritos y gruñidos enfadados que surgían del interior acabaron con las ganas de Aston de buscar un sitio iluminado y seguro donde recuperar el aliento.

No estoy de humor para locos o mendigos. Ni creo que ellos estén de humor para mí. Cuando llegue al apartamento me tomaré una buena ducha y dormiré, si, dormiré mucho, hasta que toda esta pesadilla halla pasado. Nada dura para siempre, siempre alguien viene a arreglarlo. Así es como funcionan las cosas. De un momento a otro podrían encenderse de nuevo las luces de la calle, seguro que con la luz la lluvia amaina. Seguro.

Las luces no se encendieron por mucho que lo deseó Aston, y la lluvia en vez de amainar parecía hacerse más pesada y fría. Para horror de Aston estaba empezando a caer aguanieve. La bolsa seguía ahí, pero ahora parecía pesar una tonelada.

El cuchillo también estaba ahí.

Las calles por las que las infogafas le guiaban eran anchas y apenas si ofrecían obstáculos, unas cajas de plástico desperdigadas por aquí, un barril lleno de basura por allá y algún que otro árbol o arbusto que se había abierto paso a través del desquebrajado asfalto. Cuando comenzó a tronar Aston se echó a un lado y miró el cielo. Los relámpagos trazaban efímeros caminos de luz entre los enormes bloques de nubes, otras se ramificaban como venas en un cuerpo descomunal. Parecían negarse a caer al suelo, parecía que ni siquiera se dignarían en tocar la ruinosa isla, cuando de repente calló en lo alto de una gran factoría. Saltaron chispas de las altas chimeneas y el mundo crujió a su alrededor cuando el vacío creado por el rayo se derrumbó sobre si mismo en un estruendoso y ensordecedor trueno.

Aston calló al suelo por la impresión más que por el impacto. En su retina se había quedado grabada la imagen del impacto como un borrón blanco. Alguien en la otra acera rió a carcajadas.

-¡Ja ja ja ja ja ja!

Aston no podía verlo con claridad, pero entrecerrando los ojos creyó distinguir una forma humana agazapada con un cigarrillo encendido o un puro en la boca.

- ¡Mírate chiquillo! ¡Solo es el poderoso Zeus que quiere prender fuego a esta ciudad de perfidia y maldad!- La voz aguardentosa y quebrada acusaba a Aston, o eso le parecía a él, a la vez de que parecía pedir clemencia.- Nadie se da cuenta pero está ahí… si si si ¡SI! Él está en todos lados porque él también es un dios. Oh, Dios mío, Buda, Alá, Señor Presidente, líbranos de los que nos quieren corromper en vida, líbranos del hijo del diablo que se transforma y nos quiere corromper con sus falsas apariencias.

Entre las sombras del portal de un edificio de ladrillo medio derruido se acurrucaba en una esquina lo que parecía se un anciano harapiento. Había dejado caer los cartones que le ocultaban y un pequeño fuego en una lata lo iluminó desde abajo. En una mano llevaba lo que parecía ser una botella de licor, el la otra un trozo de cristal de aspecto peligroso.

-Te llevaste a mi hijo y quieres volver para llevárseme a mí, ¿no? Pero no vas a poder conmigo, fui… SOY médico todavía, y sé muy bien que si me jodo el cerebro antes de que me cojas no podrás conmigo, no, no, no…- El hombre estaba delirando, se tambaleaba de un sitio a otro como un muñecajo. Al llegar a la acera señaló a Aston.- Tu me lo arrebataste, pero yo lo puedo recuperar. Sigo siendo fuerte y tu no eres más que un demonio… ¡De mierda!

Aston miró a su alrededor, la calle estaba oscura y el viejo de aspecto amenazador se le estaba acercando con un trozo de cristal que cada vez parecía más grande. De repente recordó el cuchillo de la bolsa. Tanteando con prisa encontró la cremallera empapada en agua, la abrió tan fuerte que casi le arrancó la hebilla y metió la mano. Sintió algo cálido y un calambre de cegador calor que ascendía de la palma de su mano hasta el codo.

-¡JODER!

Con las prisas se había cortado la mano izquierda al ir a coger el cuchillo. La sacó con cuidado para no terminar de rebanarse la palma de la mano. Le temblaba mucho y, a la poca luz, parecía sangrar mucho. El viejo seguía acercándose lentamente.

-Los pecadores como tú, ungidos por la sangre de los débiles y los inocentes, alimentados por la sangre derramada por los injustos y depravados, hijos de Colin, hidra de mil rostros, no me asustais. Lo he perdido todo, lo he gastado todo, lo di todo y me traicionasteis. ¡ME TRAICIONASTEIS!

Las piernas de Aston reaccionaron lanzándole a un lado, apoyó las manos en la acera sin importarle la basura o la suciedad, corrió alejándose del viejo demente. La bolsa se balanceaba de un lado a otro, la capucha destapó su cabeza, la lluvia golpeó su rostro y llenó su boca. Corrió y corrió por las calles oscuras dejando tras el horror de la locura, corrió deseando con todo su corazón que él no estuviera detrás. Corrió pidiendo a dios que le diera un descanso. Corrió hasta que los pulmones de volvieron a arder y perdió el aliento, y aún así siguió corriendo, tambaleándose y llorando hasta caer rendido sobre el asfalto húmedo.

Apretó fuerte los dientes y sollozó.

Porqué le tenía que pasar esto a él, pensó. Porqué todas las cosas malas del mundo caen sobre aquellos que se esfuerzan en apartarse del curso del mundo. ¿Por qué tenía que soportarlo? No había hecho nada a nadie pero el mundo se empeñaba en golpearlo con fuerza.

No puedo, no puedo, no soy capaz de terminar con esto. Que tengo que hacer para poder vivir en paz. No pido nada más, solo paz y tranquilidad, no locos que me quieran matar, ni ejercitos en mi barrio, ni cabrones que me rechacen porque no me dejan demostrar lo que valgo. Solo quiero… que me dejen en paz.

No podría decir cuanto tiempo se llevó sollozando sobre el asfalto, derrotado y asustado. Cuando levantó la cabeza y abrió los ojos las infogafas parpadeaban y señalaban que solo quedaban cincuenta metros para llegar a la casa.

-¡Tía Anette! Por favor ayudame…-Susurró mientras se levantaba.- Ayúdame…

Anduvo el camino restante como en un sueño, cruzó un descampado plagado de palos y arbustos, una vieja placa oxidada que marcaba la 6th Este. Y en el destello de un relámpago lo vió. El edificio de apartamentos. El número 534.

No era más que un derrelicto, el edificio había ardido ennegreciendo la fachada, las ventanas habían explotado sembrando la calle de cristales y cortinas chamuscadas. La puerta de la calle había desaparecido.

Allí no vivía NADIE.

Aston calló de rodillas al suelo y comenzó a llorar de nuevo, ya poco le importaba que le encontraran.

Siguió lloviendo.

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