domingo, 13 de mayo de 2007

Destinos Peores Que la Muerte: BlackOut! (4)

Capitulo Segundo:

-DEMOLITION-

El sudor recorría su cuello, desplazándose en grandes gotas lentas y temblorosas al ritmo de su respiración. Los poros dilatados en busca de un poco de frescor, de ser una tetera echaría vapor, la cama estaba empapada, fresca por toda una mañana de sudor acumulado. Los miembros le pesaban como piezas de una escultura de mármol, sus ojos, legañosos por lágrimas vertidas en un sueño olvidado, luchaban por abrirse camino hasta la luz, el cerebro empezaba a sintonizar todas las sensaciones en un pensamiento coherente más allá de la inconsciencia.

Aston cambió de posición en la cama, ya tenía suficientemente húmedo el costado derecho. En cuanto los pensamientos coherentes empezaron a ganar terreno a la duermevela calló en la cuenta de varios detalles importantes. La escoba no estaba consigo y el aire acondicionado, obviamente, no estaba funcionando. La escoba estaba en el suelo, a un palmo de la cama, el aire acondicionado estaba en el techo, muerto. Un giro del cuello le permitió ver el reloj.

13:44 PM

Tarde. Pasado mediodía. Y sin electricidad. Un problema.

Un angustioso sentimiento de inseguridad mezclado con una imperiosa necesidad de hacer algo, tal vez impulsada por los agarrotados músculos que le dolían como si hubiera estado toda la noche haciendo flexiones, le invadió. Por mucho que se tirara en la cama a dormir las cosas no se solucionarían así como así.

Seguramente no podría hacer nada para que regresara la electricidad al barrio, pensó, pero por lo menos podría hacer algo para gestionar mejor la suya. Agarró unos pantalones grises que usaba para andar por casa en invierno, cogió unas gafas de sol de su estuche casi nuevo, y se puso unas cómodas chanclas parecidas a las “tabi” japonesas de antaño, solo que en vez de madera, de material sintético y ergonómico.

Se acercó a la ventana medio abierta, fuera hacía tanto calor como dentro, pero corría el aire por lo menos. Abrió la ventana más y alzó la persiana hasta más de la mitad. Fuera algunas personas andaban con prisa por la calle, gente mayor en su mayoría. A lo lejos, en Washington Heigths, varias columnas de humo se elevaban perezosas hacia el cielo para deshacerse en borrosas nubes grises a medio camino. Es humo de un incendio apagado, pensó Aston, el color blanco delata la gran presencia de agua en su composición. Más allá del frío análisis sobre la coloración del humo a Aston se le ocurrían infinidad de preguntas y respuestas posibles sobre la causa u origen de este o su relación con el incendio.

Aston pensó que tal vez sería mejor idea ver el incendio desde más arriba, junto con las placas solares, para de paso limpiarlas de una vez por todas. Antes de salir del apartamento comprobó la carga de la batería de emergencia, que se encontraba al 5%, recogió las llaves y un sombrero de lona de pescador para protegerse del sol.

Abrió la puerta de seguridad que resopló al abrirse los sellos de presión, en el pasillo del edificio de apartamentos no había nadie. Las paredes pintadas de un color verde que poco a poco iba descascarillándose por la humedad y las puertas de diferentes colores y diseños al gusto de cada inquilino. En el suelo de baldosas blancas un manchurrón marrón oscuro se extendía dos puertas más abajo, junto a una de las puertas de los apartamentos impares. Sin dejar de mirar a un lado y otro en busca de vecinos o extraños, salió al pasillo con cuidado de cerrar bien la puerta de su apartamento tras de sí, aún tenía en su mente muy reciente la angustiosa experiencia de anoche.

Arriba en la azotea las cosas eran muy distintas. Brillaba el sol y se veían las nubes, que bien no eran precisamente unos idílicos y redondeados cúmulos blancos si no que eran trazas de nube, desgajadas por el viento de un color parduzco amarillento fruto de años de descontrol en la industria trasladada a Manhattan durante la guerra y de un cambio climático que volvía loco a cualquier climatólogo. Un clima loco, pensó Aston, eso dicen los mayores, cuando se suponía que el verano tenía que ser cálido y el invierno frío. Estaban en Marzo y hacía 33º C a la sombra y una humedad del 96%, o eso decía el reloj. Para él era algo normal vivir sin saber que te deparaba el próximo mes, solo suponiendo que las tormentas de nieve eran más comunes conforme se adentraban en el invierno y que las olas de calor lo eran más en verano. La ola de calor no duraría mucho, junto con el buen tiempo, de eso estaba seguro, Aston había estudiado los modelos climáticos en algunos cursos y había aprendido que lo que falta o sobra por un lado se compensa por otro, pronto estarían con el agua al cuello de lo que llovería o caerían tres metros de nieve en una sola noche, era ley de vida.

La azotea estaba abarrotada de objetos. Una pajarera grande y de aspecto vetusto, seguramente hogar de palomas y otras aves durante generaciones, tenía varios pisos repartidos en hileras como si de un edificio de apartamentos fuera, llena de excrementos y guano blanquecino tanto por dentro como fuera, resultaba un diminuto homólogo del edificio sobre el que se asentaba. Un extenso jardín de macetas y arreates se esparcía por los huecos dejados por las chimeneas, aires acondicionados y antiguas casetas de televisión y calefacción de cemento. En estas crecían geranios, matas de tomates, robustos bonsáis, lechugas y un sinfín de hortalizas y verduras que Aston no se tomó la molestia de identificar. Una regordeta señora mayor se afanaba en regar las plantas y podarlas con unas grandes tijeras que se colgaba al cinturón del simple camisón floreado que llevaba.

-Buenas tardes Sra Schultz - Dijo educadamente Aston mientras buscaba afanosamente entre la espesa vegetación los paneles de su apartamento.-¿Qué tal anda?

-No muy bien, a los tomates no le vienen bien estos cambios bruscos del tiempo, aunque tampoco le viene bien que halla tanto mal karma en el barrio.

Aston se encontraba algo molesto por no encontrar las dichosas placas, le había hecho la pregunta a la anciana por pura cortesía, no esperaba, ni quería, ningún tipo de respuesta más allá del “estamos bien”, “pasando la vida” o “podría estar mejor”. Casi estaba ofendido por la actitud de la señora y la habría mandado a callar si no fuera porque era básicamente el único inquilino del edificio de apartamentos que conocía algo.

-La verdad es que esto va cada vez a peores – Siguió- En mis tiempos las bandas callejeras se dedicaban exclusivamente a vender drogas y matarse entre sí, no como ahora, que se creen dueños y señores de las calles, llenando las cabezas de los niños con estúpidas ideas de lealtad y deber para con un ideal que realmente ni les va ni les viene. Tremendo. Esos Skin Borgs son lo peor que hay aquí al norte, peleándose con todo el mundo, cubiertos hasta los dientes de armaduras cuando realmente son débiles y frágiles, como una rosa.-La Sra Schultz cogió una rosa de una maceta- Es llamativa, tiene espinas, pero sin esas espinas sigue siendo una flor cualquiera- De un movimiento segó la cabeza de la flor con las tijeras- Nada más que hombres y mujeres asustados Aston. Eso es lo que son.

Aston se encontraba algo confuso. No echó más cuenta a la anciana y encontró por fin las placas solares. Estaban cubiertas casi por completo de suciedad que se había ido incrustando poco a poco hasta formar una autentica costra. También había excremento de pájaros, lo cual no arreglaba la cosa.

Tendría que bajar a por algún limpiador potente y algunos cables nuevos, no fuera cosa también de la transmisión. Pero para ello tendría que bajar a comprarlo a la calle.

Se asomó por la barandilla de la azotea y vio con mejor perspectiva la humareda de Washington Heights, territorio de los mencionados Skin Borgs. Aston se preguntó si tal vez la banda hubiera comenzado este caos para prenderle fuego a algo o si sería algo fortuito que aprovechara la banda para extender su territorio. No estaba muy seguro y sinceramente no sabía a quien preguntar sobre el tema. Tal vez la Sra Schultz lo supiera, pero parecía más concentrada en hablar con las plantas exponiéndolas su particular punto de vista sobre la degeneración de las cosas.

Abajo, en la calle, la mayoría de las tiendas que no estaban cerradas ya hace meses o ya habían sido saqueadas en otras ocasiones estaban cerradas a cal y canto contra intrusos, algunas con barricadas y todo por delante. Solo la pequeña tienda de Rashid parecía abierta. Tenía una pequeña barricada delante donde se sentaba su moreno dueño con una barra o palo en una mano, la puerta estaba abierta y parecía haber actividad dentro de esta. La calle a su alrededor parecía bastante desierta en comparación con la noche y a Aston le pareció más seguro salir ahora que nunca a hacer las compras.

No sabía cuando terminaría el apagón y el calor se hacía insoportable, cuando llegara la noche, si no había electricidad podría producirse un motín general entre la población más serio que el de la noche anterior.

-Tengo que darme prisa… Tengo un mal presentimiento. Creo que esto va a salirse de madre…

-Lo hará, ya verás.- Añadió la Sra Schultz tras la pajarera- Lo hará.

Y no se equivocaba.



continuará...

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